sábado, 1 de julio de 2017

Eligiendo entre sueño o final feliz

Mis queridos amigos y amigas, estoy seguro que ustedes igual que yo (o por lo menos la mayoría), crecimos escuchando frases como “cuando te cases…” o “cuando tengas hijos…” y la verdad es que es muy bonito imaginar toda una vida a partir de esas frases.

Particularmente puedo decirles que de niño ni me pasaba por la mente que algún día pensaría en casarme o en tener hijos, luego llegó la adolescencia y de casarme y tener hijos nada que me pasaban ideas por la mente y no tiene que ver con el hecho de ser gay sino que creo que siempre me la pasaba soñando con que quería lograr ciertas cosas y no tenía como meta casarme ni tener hijos.

Pero luego comienzas a acercarte a la edad en la que tus papás te tuvieron a ti o a tus hermanos; tus amigos comienzan a casarse y de cierta forma comienza la presión externa, la gente que te pregunta si ya tienes novio o novia (en mi caso doble estrés pues me preguntaban si tenía novia y yo lo que quería era más bien un novio), si ya te vas a casar, si no piensas tener hijos, en fin. Claro que también está la presión que pone el reloj biológico al que no le puedes contestar tan fácil que se espere.

Y luego está la presión que nosotros ejercemos sobre nosotros mismos, esa puede ser quizá la peor de todas, cuando tenía 25 años aproximadamente comencé a pensar en cuántos hijos quería tener y hasta en los nombres, pero claro, el hecho de ser gay a veces es aterrador cuando se trata de hijos, así que deposité mis esperanzas en una meta que parecía más “sencilla”… casarme. Si, comencé a imaginar todo lo que haría cuando encontrara al amor de mi vida y me casara, a veces lo admito, hasta imaginaba como quería mi boda.

Lo cierto es, que me metí en camisa de once varas con ese sueño, primero tenía que conseguir un novio que me amara y al que yo amara por igual para compartir mi vida… y ahí es donde se arruino todo, pues comencé un recorrido algo bizarro por parejas raras, inestables, a veces yo fui el raro e inestable y las cosas simplemente nunca llegaban a nada, ni cerca de ser una relación de verdad, basada en el amor.

Comencé a frustrarme seriamente, comencé a tener problemas de autoestima, culpé al vitíligo, culpé a la sociedad, me culpé a mí mismo muchas veces y de manera muy fuerte, acepté cualquier migaja de “amor” con tal de cumplir un sueño absurdo, me dañé terriblemente y no fui el único, creo que dañé en el camino a otros y compartí con gente que estaba pasando por lo mismo, muchas veces no aceptamos como nos sentíamos pero nos reconocíamos.

He visto a personas conformarse con cualquier pareja con tal de cumplir el requisito de tener una, he visto a gente sufrir porque la boda no llega, porque nadie se queda lo suficiente en su vida, me vi reflejado en ellos o ellas y no me gustó, deposité mis esperanzas en que “el día menos pensado” la persona ideal llegaría, una vez llegó una persona que quería lo mismo, acepté y cuando las cosas iban más serias me di cuenta que no lo amaba, creo que lo lastimé mucho; luego conocí a alguien que me hizo pensar que quizá algún día el sueño se cumpliría, que tendríamos la boda con rosas blancas pero él no quería cumplir ese sueño conmigo así que se alejó, me dolió y mucho, pero fue sin duda lo mejor.

Y así un día, llegó el día menos pensado… (No se emocionen, esto no es una historia de amor), simplemente llegó el día en que me di por vencido. Así todo herido y derrotado como estaba, sin más esperanzas de tener un final feliz, decidí que no podía seguir así, que no quería seguir sufriendo por la soledad, que había llegado a mi límite y que las puertas de mi corazón estaban cerradas… Lo hice a través del dolor, del despecho y de todo eso, pero en el fondo creo que lo deseaba aún más que nunca, jamás dejé de soñar en encontrar el amor de una pareja y me sentía más solo que nunca, a esto hay que sumarle la distancia con los “amigos” y cosas que pasaron que me hicieron volverme casi un ermitaño.

Decidí entonces que debería dedicarme a la única cosa para la que era más o menos bueno que era estudiar, al menos así serviría a otros, me olvidé de aquel tiempo en el que me gustaba al menos hablar con algún chico que pudiera pasar por “pretendiente” para ilusionarme, me olvidé de intentar conocer gente nueva, me olvidé de que yo siempre dije que había que diversificarse y deposité todo en una sola cosa.

Poco a poco he ido encontrando que eso era justo lo que necesitaba, enfoqué todo mi ser y toda mi energía a estudiar, a aprender nuevas cosas, a ser el psicólogo que siempre quise ser y comencé a borrar de cada sueño que tengo a la persona que estaría a mi lado y creo que ahora disfruto más cumplir mis metas, porque son todas para mí, aunque suene egoísta. Creo que poco a poco estoy saliendo del refugio en el que me metí para lograr cosas, desde la escuela, desde el trabajo que tengo ahora, desde las pocas personas que permito que me acompañen en este viaje.

Ya no tengo interés en salir con alguien pero no como si estuviera desmotivado o deprimido, más bien como si necesitara pasar cada vez más tiempo conmigo, cultivarme más en todos los aspectos, soñar más conmigo y para mí. Por extraño que parezca eso me dio libertad, quizá algún día llegue alguien a mi vida, no lo sé, lo que sí sé es que ya no lo necesito para ser feliz, lo que sí sé es que  ahora puedo darme el lujo de dejar pasar “oportunidades” de encontrar el amor y que me gusta mi vida así como está.


Querido príncipe azul que nunca llegaste, no te preocupes, quizá este cuento tenga otro tipo de final feliz, quizá mejor aún, tenga un final real y lo más importante, esta no es una historia de cuento, es mi vida real y es divertida y bonita incluso sin ti.


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