Mis queridos amigos y amigas sé que tengo mortalmente
abandonado el blog y que ya no escribo NADA pero algunos sabrán, otros no, que estoy estudiando psicología (lo cual amo
infinitamente) y aunque me encanta, la verdad es que me deja casi sin tiempo de
otra cosa, sobre todo ahora que estoy en la recta final por terminar mi
carrera. Durante todo este tiempo han pasado montones de cosas interesantes y
raras, sobre todo este último año ha sido una montaña de emociones,
enamoramientos, despedidas y muchas cosas más, algunas han sido muy difíciles y
han dejado mi corazón algo lastimado y a veces creo que aún no estoy listo para
mis acostumbradas catarsis por este medio.
Afortunadamente en todo este tiempo y en toda la montaña rusa
de emociones que he vivido me he rodeado de buena gente de la que aprendo muchísimo
y también (creo que hasta afortunadamente) me alejé de mucha gente que no
aportaba mucho y ya saben que esos no me gusta conservarlos. Y dentro de este
ir y venir de gente de pronto uno se pregunta si las amistades tienen fecha de
caducidad o por qué a veces a pesar del cariño o de las cosas que se vivan al
lado de algunas personas la amistad simplemente termina sin más, como si se
tratara de algo sin valor, incluso cuando han sido amistades muy fuertes que
nos hicieron pensar que el vínculo sería eterno.
Personalmente creo que hay amigos con los que sin importar
nada, incluso que no se puedan ver, las circunstancias no alteran en lo más
mínimo la amistad, hay amistades que a pesar de los años y la convivencia un
día terminan, pero creo también que existen los “amigos de paso”. Justo
mientras hablaba con buenos amigos, mencioné que una persona era un “amigo de
paso” y a partir de ahí surgió la idea de contarles un poco más al respecto. ¿Alguna
vez han tenido una amistad con alguien con quien conectan de forma casi increíble,
aprenden mucho de esa persona, se divierten, se cuentan todo y luego de la
nada, en corto tiempo la amistad termina y ya no tienen nada más en común?
Algunas veces esto ocurre porque la persona en cuestión
cumple su objetivo en nuestra vida en corto tiempo y entonces ambos
involucrados pueden seguir su camino sin problemas, sin sentir que le fallan al
otro y con la tranquilidad de no deberse nada. En otras ocasiones, la cosa es
un poco más complicada, pues aunque la persona les inspira cariño y sienten que
el ciclo aun no debería concluir, simplemente la amistad ya no da para más y
quedarse ahí puede resultar contraproducente pues la otra persona podría hasta
dañarnos si nos mantenemos cercanos a ella y entonces decidimos avanzar.
Esta decisión suele causar mucho conflicto interno, mucho
dolor, la sensación de haber fallado pero puedo decirles que no es así, siempre
debemos pensar en nuestro bienestar y en que algunas personas, si se quedan
mucho tiempo en nuestra vida absorben más de lo que deben y terminarán haciéndonos
daños o peor, provocando que nosotros mismos nos hagamos daño por pensar más en
ellos que en nosotros mismos. Así que sin importar cuanto podamos querer a una
persona a veces lo más sano es seguir nuestro camino sin la necesidad de cargar
peso muerto sobre nuestros hombros para poder crecer y seguir aprendiendo y creciendo.
Pienso que en definitiva, no podemos prepararnos para algo
así, pero si tenemos la obligación con nosotros mismos de soltar todo aquello
que nos pueda dañar, siempre que hayamos hecho una buena revisión de los pros y
contras. A final de cuentas la única persona a la que le debes es a ti mismo,
te debes el escucharte, te debes tu salud mental y espiritual y nada ni nadie,
ni por “amistad” debe comprometer eso que te mereces y si eso implica soltar a
algunas personas, creo que nadie debería pensar que no vale la pena dejar ir a
quienes no te ayudan a sentirte bien, incluso a personas a las que aunque se
quieran, se pueden hacer daño… y tú ¿Has tenido amigos de paso? ¿Cómo has
manejado la situación?
Abrazos
Julián.
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