Mis queridos amigos y amigas, a
esta hora muchos de ustedes ya estarán acostados en su cama, preparándose para
entregarse a los brazos de Morfeo mientras yo escribo estas líneas, haciendo un
repaso de su día, planeando el siguiente, haciendo oraciones por sus seres
queridos, relajando su mente, sus músculos, su ritmo cardiáco se vuelve un poco
más lento al igual que su respiración, es justo ese el momento en que a mi
parecer, somos realmente nosotros mismos, no hay que pretender nada, podemos
ser quienes somos en realidad así tan cómodos como podemos estar, moviéndonos como
nos plazca, algunos envueltos en una cómoda pijama, algunos usando algo más
atrevido, algunos incluso enfundados únicamente en nuestra piel, no hay lugar
para esconder nada, incluso si llegamos a hablar dormidos, lo hacemos sin
filtros, sin pensar en el que dirán y entonces me vienen un par de preguntas a
la mente… ¿Lo estás compartiendo? ¿Quién es digno de conocerte tal cuál eres en
ese momento tan real?
Y es que no sé ustedes, pero para
mí, dormir acompañado no es nada fácil, en nuestra vida nos pasa muchas veces y
para algunos es cualquier cosa, como compartir el asiento en el autobús a casa
o en una sala de espera, porque claro, desde pequeños nos acostumbramos a
compartir cama con nuestros padres o hermanos, con algunos primos cuando te
quedas a dormir o con amigos, pero conforme nuestras vidas se vuelven adultas,
compartir la cama a veces va más allá de la simpleza de compartir un espacio
físico, se trata más bien de compartir nuestra intimidad, aunque no haya sexo
de por medio.
Personalmente puedo decirles que
a mí se me dificulta mucho sentirme cómodo compartiendo cama con alguien más,
me gusta tener la libertad de moverme a mi antojo pero también sé, que hay
personas con las que simplemente te sientes a gusto y te gusta compartir la
cama. Alguna vez, llegué a la conclusión de que yo no servía para dormir con
alguien más; tenía este novio con el que en ocasiones me quedaba a dormir y que
siempre me pedía que lo abrazara y yo simplemente no lo hacía, me sentía
asfixiado si me abrazaba y prefería que hubiera distancia entre los cuerpos
para mayor comodidad, evidentemente eso no duro mucho y cada quién siguió su
camino; no he compartido tantas camas en realidad pero pensaba que no era lo mío
hasta que claro, pasé una noche con alguien que de verdad me importaba, dormí
entre sus brazos toda la noche sin problema… por la mañana tuve que moverme para
estirarme pero lo único que quería era quedar de nuevo junto a su cuerpo,
lamentablemente eso no se repitió y a veces aun sigo queriendo sentir ese calor
de su cuerpo pegado al mío que me parecía tan reconfortante.
Y también ocurre a veces, que
inesperadamente compartes cama con alguien, como cuando un chico que te agrada
te invita a ver una película, en una cama tan pequeña que te obliga a estar
sumamente cerca y el contacto de los cuerpos irremediablemente te lleva vivir
agradables experiencias que no se vuelven a repetir o cuando por alguna razón,
te toca compartir cama con un chico heterosexual que te atrae y aunque te
mueres de los nervios, la libertad de movimiento que acompaña al sueño te hace
quedar tan cerca de él que puedes sentir su respiración en tu piel, e incluso
sin darse cuenta adoptar la posición de “cucharita” y que de forma hasta
inocente te permite cumplir ciertas fantasías románticas (no sexuales), que de
otra forma no experimentarías jamás.
Y el punto es, que en ciertos
casos, cuando emocionalmente estás involucrado con una persona, acompañarse en
la cama, para dormir, puede llegar a ser toda una forma de conocerse, de
expresar los sentimientos hacia el otro, de compartirse y de mostrarse quienes
son en realidad, cuando el cuerpo no esconde nada ni esta disfrazado para
cumplir estándares sociales y por eso es que quizá para mi es tan difícil compartir
cama, porque representa mucho más que solo un objeto o un lugar, representa la
posibilidad de soltarse plenamente ante la otra persona, confiar, entregarte…
para mí, representa un sentimiento y un compromiso que espero vivir algún día,
como con aquel chico cuya calidez de su cuerpo, me hizo dormir plácidamente
entre sus brazos.
Y tú... ¿Estás dispuesto a compartir tu cama?
Un fuerte abrazo
Julián
Maricas?
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